sábado, 31 de julio de 2010

EL MITO Y EL HOMO CREATOR


La creación del lenguaje es consecuencia de la necesidad del hombre por comunicar sus emociones, pensamientos e ideas, de eso no hay duda; pero, la utilización de este lenguaje para explicar al mundo es consecuencia del trabajo intelectivo de las culturas antiguas. El poder creativo del hombre ha desembocado en la articulación de historias que puedan desempeñarse como una explicación semiracional de su naturaleza. Fluye con normalidad la idea de un homo creator en la concepción de un ser que construye estructuras que le permiten explicarse y explicar su realidad, es en este punto donde el mito adquiere valor e importancia. El mito nace como una explicación, como ya se ha dicho, semiracional de los hombres para su entorno natural y su posición en el mundo, utilizando al mismo para ello, “un mito es un tipo de narración que explica o habla de un pasado histórico y sustenta acciones del mundo presente y se enlaza al contexto de un medio de la cultura”1.
Estas culturas míticas, llámese así a las que se explican por medio de los mitos, con sus instrumentos heurísticos logran satisfacer esa imposibilidad de ininteligibilidad que tiene el hombre como una giba congénita de la que nunca se ha podido zafar. El mito es, por lo tanto, cosmogónico. Se desenvuelve en esferas de significación, “(…) el mito constituye un sistema de comunicación, un mensaje. Esto indica que el mito no podría ser un objeto, un concepto o una idea; se trata de un modo de significación, de una forma.”2, todo lo que indica y engarza es una forma que encubre un sentido, un significado; que el hombre es producto de algo, de acontecimientos y seres superiores que han provocado su existencia, véase el caso de toda la mitología3 griega, hindú, china, eslava, celta, incaica, maya, y otras que por la fragilidad de la memoria se escapan en este momento.
En cuanto a la finalidad del mito, se ha explicado que tiene un carácter explicativo, sin embargo, la verdadera función es de convencer a la humanidad de que es cierto: “[…] el mito es fundamentalmente parenético, está cargado de operatividad social e intenta persuadir y sus argumentos racionales son más o menos objetables o aceptables desde el punto de vista lógico”4. Los argumentos racionales están en función a la utilización de elementos conocidos, propios de la naturaleza que maneja cada cultura; a las prácticas y formas de existencia que la caterva pueda entender. ”El mito […] está sustentado por un lenguaje que cristalizan las almas primitivas”5. La verosimilitud en esta actividad mental mítica queda desplazada por la fluidez de la imaginación, la fantasía que compone a los mitos debe ser ampulosa e irracional, incluso, la lógica de las acciones puede ser obviada. Un hecho común que ha hecho pensar a críticos y estudiosos de los mitos es que está construido bajo basamentos humanos, sus formas de vida, y llenados por sus espacios imperfectos, suelen poseer rasgos humanos, como el amor y el odio, sin embargo, las experiencias que desarrollan son paradigmas para el hombre, modelos que debería seguir por voluntad divina “[…] el mito es paradigmático o ejemplar, no en un sentido moral”6. Podría hablarse de un paradigma moralizante en la mitología hindú, sin embargo, en una definición totalizante, esta idea esquiva la mitología clásica griega7, que de por sí es cruenta y crapulenta.







1 MONTALVO, Toro(s/a); “Literatura Peruana. Inca y Colonial”, s/e; Lima, Perú; edit. San Marcos
2 BARTHES, Roland (1999), “mitologías”, 22° edic., México, edit. Siglo xxi editores
3 entendida como “red relatos” cit. 6
4 LÓPEZ IERE, Antonio (2001), “Mito, retórica y poética” recuperado en Revista de Retórica y Teoría de la Comunicación
5 ídem cit.1
6 GARCÍA GUAL, Carlos (s/a), "Mitología y literatura en el mundo griego" recuperado en ALMATEA Revista de mitocrítica
7 Debe entenderse todos esos acontecimientos parricida, filicidas, fraticidas, lascivos que no se entienden como una “mala moral” y que no debe emularse.

jueves, 1 de julio de 2010

EL DECAMERÓN COMO HITO DE INICIACIÓN DEL CUENTO MODERNO


“Bocaccio es ante todo el creador de un género: el cuento y la novela modernos”

Hasta el siglo XIV la literatura estuvo dominada por la novela y la lírica, cultivadas desde el origen de la escritura hace 3,000 años A.C. Con Dante Aligueri se inicia una revolución en la temática literaria de la era medieval, hecho que continua Giovanni Bocaccio en “El Decamerón” al enfrentar a la dominante Iglesia Católica en la Europa antigua. Este autor italiano recoge el sistema de cuentos con los que se estructura “Las mil y una noches” de cultura árabe; pero modifica la temática de su tiempo, orientada a los héroes de caballería y centrada en una apología acérrima de la Iglesia Católica y su ideología. Bocaccio presenta a una sociedad totalmente corrupta con valores morales destruidos por el libertinaje y la holgura moral de la gente que se aboca a la satisfacción de sus necesidades físicas llevando a un fracaso cultural que horroriza a el autor que representa el ínfimo estrato cultural. En el tratamiento de la obra ésta recurre a hechos históricos inmediatos, hecho innovador hasta esa época, además de una crítica desmesurada a la sociedad católica frente a otras religiones. El uso del erotismo vulgar y crudo que usa Bocaccio en la presente es bien trabajado en cuanto, se quiere reflejar el obsceno pensamiento y comportamiento de las diferentes esferas sociales. Los personajes juveniles son irreverentes en los que se compendia la comedia humana que se sistematiza en cuentos de matices trágicos y cómicos, en estos conviven la abnegación y la lujuria; la generosidad y la infamia, armoniosamente narradas en prosa elegante.
La maestría de la obra radica, además de lo expuesto líneas arriba, en la pericia aplicada a un estudio bastante profundo de la psicología y el alma femenina.

El símbolo de Baudelaire en la poesía moderna


“Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,

jadeante y destrozado de fatiga, al centro

de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,”

(Baudelaire, “La Destrucción”)

Es el iniciador del movimiento Simbolista, un personaje “maldito” para la sociedad y una leyenda literaria, un adelantado a su tiempo. Este genio literario emerge de una serie de contradicciones, inconformismos y desesperaciones por evitar una vida común y rutinaria, normal en términos sociales. La pluma de Baudelaire se hecha sobre los cánones clásicos para diseminar una construcción más libre, sin tabúes; para esto, sacrifica su ser, elimina cualquier rastro de Dios y de convivencia social auténtica para refugiarse en un halo intimista que desembocará en poemas de pasiones humanas, paroxismos de dolores y sufrimientos. Es irrefutable la calificación de blasfema o hereje la lírica de este “albatros”, como se califica en un poema con el mismo nombre dentro de su poemario Las Flores del mal; pero, ¿en verdad esa fue su intención? en un primer momento se podría sentir esto; sin embargo, siguiendo un análisis acucioso y detenido puede sentirse toda la expresión de un ser atormentado, su yo poético reclama la atención de la que él se alejo, su tristeza, su soledad, y su lado más oscuro configuran el símbolo del diablo, de satán y su inclinación hacia todo lo oscuro y aciago. En verdad, la construcción de los símbolos más complejos y el tratamiento que se le da a la temática prohibida, por ese entonces, son los factores que marcan la concupiscencia del estilo Baudelariano.

Un símbolo encubre toda una pluralidad de significados, interpretados en función del lector, muchas veces no se rigen a lo que intentó decir el autor; empero, ¿eso significa el fracaso del autor mismo? es lo que condenó la sociedad francesa del siglo XIX con Baudelaire. Quizá la sociedad no estaba lista para estas nuevas formas estéticas, era una sociedad obnubilada por el pensamiento puritano y prohibitivo de la religión, sin duda no lo estaba; quizá no fue la manera correcta de expresarse por parte del poeta maldito; pero, la crítica, la sociedad, y sus absurdas normas nunca le importaron a Baudelaire, felizmente no lo hicieron, muchas veces, la sociedad, en su ignorancia y su carácter inmanentemente burdo dilapida cualquier elemento nuevo y raro que sienta amenace sus tradicionales estilos de vida.