´ POLODIÁTESIS
Frontera entre la polifonía y latinoamérica
Cuando leía a los maestros latinoamericanos me asombraba la revolución que hacían a los cánones ya anquilosados de construcción de la narrativa. Es en estas lecturas del incomparable Cortázar, el sin par Cabrera Infante o la exquisita producción de Carlos Fuentes donde comienza mi interés. Sin embargo, encontrarme con Obsesivos días circulares y El obsceno pájaro de la noche hace que revise la lectura de Tres Tristes Tigres en el capítulo La casa de los espejos, donde ocurre un fenómeno en la escritura que captura mi atención.
La común confusión entre la polifonía bajtiniana y este fenómeno nuevo obliga el inicio de esta brega por descubrir a qué me encontraba.
Un enunciado se compone a partir de la locución de:
a) Un personaje: puede estar representado por un monólogo. Puede estar representado por medio de una conversación separada en apartados.
b) El narrador: Por medio de sus reflexiones (boom-Cambio de piel). Por medio de los datos que brinda para guiar al lector.
c) El autor mismo (en un giro metaléptico): mediante un cambio de nivel del extradiegético al diegético.
Una locución está expresada en un enunciado, el cual, como unidad expresa un texto; es decir, si tomamos como muestra este párrafo, el mismo resultaría ser un texto:
“Entendió la alusión, sabía que yo no lo acusaba de afeminado ni nada, sino que conocía en parte o todo su secreto y se calló la boca”
(TTT, p.313)
Entender que un texto se puede enunciar solo sería un craso error. Debemos tener en cuenta que alguien lo profiere, un ser semiótico que nace del texto mismo y que está hablando- por usar términos entendibles-. Cada enunciado está expresado por una voz que nace de alguien detrás del texto, que habla y cuenta algo, eso, nosotros, los lectores, lo captamos en las palabras que se van leyendo. Se puede reconocer y diferenciar las voces a partir de los rastros que se van dejando en los enunciados: los deícticos y las desinencias:
“…Puso una cara tan seria que lo lamenté y maldije mi costumbre de decirle a la gente las cosas mejores en los peores momentos. Regresó a la bebida y ni siquiera me dijo, Coño contigo no se puede hablar, sino que se quedó callado mirando el líquido amarillo […] Llamó al cantinero:
-Otras dos bien frías, maestro.
(TTT, p.313-314)
El primer enunciado constituiría desde: Puso una cara tan seria hasta Llamó al cantinero. En este ejemplo se dejan ver dos aspectos: el primero, ayuda a observar la presencia de dos locutores-ya que hasta ese momento no hay diálogo- en un lugar determinado. Segundo, todo el enunciado es proferido por una sola voz, indica la presencia del otro locutor, sin embargo, el segundo no habla hasta cuando dice: -Otras dos bien frías, maestro. Separado del primer enunciado, constituyendo un segundo enunciado. Cada personaje, o locutor, tiene un enunciado que construye a partir de su propia voz.
El término de voz es insertado a la teoría literaria a partir de los estudios de Benveniste (Problemas de Lingüística General I y II) acerca de su teoría de la enunciación y que servirá de pie para los estudios posteriores del francés Barthes y Genette; ampliado considerablemente por la década del ‘70 por el ruso Mikhail Bakthin en la teoría polifónica.
Son dos las preguntas básicas que podemos hacernos acerca de toda “enunciación”: ¿quién la enuncia? y ¿en qué circunstancias (dónde y cuándo) la enuncia? Con lo que podemos reconocer la voz dentro de un enunciado.
En el ejemplo anterior- de TTT (p.313-314)- se sabe que la primera voz pertenece a Códac que se dirige a Arsenio Cué. La voz de Arsenio se deja sentir a partir del segundo enunciado que pronuncia, no antes. Por las marcas que ha dejado Códac en los deícticos y las desinencias sabemos que se encuentra acompañado de alguien; sin embargo, esa certeza se comprueba con las palabras del gran Arsenio Cué.
(…) voz: ‘aspecto’, dice Venrdryés, ‘de la acción verbal considerada en sus relaciones con el sujeto’, sujeto que aquí no es sólo el que realiza la acción, sino también el que (el mismo u otro) la transmite y eventualmente todos los que participan [en esa actividad narrativa]
(Genette ,p271)
Una sola voz pronuncia su enunciado para establecer su deixis y la de su acompañante: Puso una cara tan seria que lo lamenté y maldije mi costumbre (…). Basta con estas dos desinencias para marcar su localización espacio-temporal y su en el nivel de la historia
La voz de Códac señala la contextualización de la imagen narrativa. Por otra parte, la voz de Arsenió Cué al decir: -Otras dos bien frías, maestro. Indica su presencia por sí mismo
El análisis […] no puede distinguir sino desgarrando un tejido de relaciones estrechas entre el acto narrativo, sus protagonistas, sus determinaciones espacio-temporales, su relación con las demás situaciones narrativas implicadas en el mismo relato
(Genette , p.272)
Después de operar como sugiere Genette queda al descubierto los elementos constituyentes en la novela. Permite al investigador la contrucción que ha seguido la novela para su construcción. Con esto, se puede descubrir lo que Barthes llama diátesis:
La noción de diátesis, o como dicen los gramáticos: voz, designa la manera en que el sujeto del verbo resulta afectado por el proceso.
(Barthes, p.30)
El fenómeno diatético se presenta como un elemento inmanente dentro de la instancia de la narración, la cual se vincula con el nivel de la historia, en cuanto cada voz represente un personaje participante dentro de las acciones, siempre que cada personaje se reconozca a partir de sus propios enunciados. Sin las locuciones que un personaje tenga, entonces se puede decir que existe que existe a nivel de acciones, sin embargo, no al nivel de narración, por lo que no tendría voz. Sería un personaje construido a partir de la voz de otro personaje. Un caso ejemplar de este tipo de caso resulta ser el cuento Conducta en los velorios del argentino Julio Cortázar, en el cual la actitud de los personajes se arma a partir de los que nos cuenta una sola voz, la del narrador; sin embargo, sabemos que actúa más de un personaje.
Hasta este punto, se tiene un concepto claro y restringido de la voz dentro de un relato, de su forma y cómo reconocerla dentro del plano discursivo. Los avances que se han hecho permitirán el abordaje de la propuesta de esta nueva categoría: polidiátesis, que es el motivo de la presente investigación.
El mecanismo de construcción dialógico dentro los cánones decimonónicos de la narrativa han venido desarrollándose de una manera muy precisa, mediante el uso de enunciados separados dando la idea de discursos individuales. Véase el ejemplo de una conversación de Don Quijote y Sancho Panza:
-Pues ¿qué se ha de hacer de la firma?- dijo Sancho.
-Nunca las cartas de Amadís se firman –respondió Don Quijote.
-Está bien- respondió Sancho-, pero la libranza forzosamente se ha de firmar, y ésa, si se traslada, dirán que la firma es falsa y quedareme sin pollinos.
(Cervantes, 1605:241)
De estos enunciados se pueden concluir la confluencia de tres voces, que en conjunto, arman la escena de conversación. La primera voz que aparece es la de Sancho, con una interjección seguida de una pregunta. La segunda voz es la de Don Quijote que responde a su fiel escudero. La tercera voz es la del narrado mismo identificado por los verbos en tercera persona: dijo y respondió.
Este esquema es reconocible fácilmente en muchas, por no decir todas, las obras narrativas donde se encuentren monólogos o diálogos entre personajes. Como se ha mencionado, cada voz mantiene su claridad por los enunciados separados. Aunque esta organización de diálogo es bastante sencilla, permite distinguir las voces de cada enunciador, en este caso, personajes.
Desde el desarrollo del género narrativo de epopeya hasta la concreción de la narrativa esta técnica de fabricación de diálogos se ha visto anquilosada sin posibilidad de renovación hasta la mitad del siglo XX con las renovaciones técnicas y temáticas de las letras latinoamericanas. Se cambian aspectos desde la percepción del arte, de la literatura como vehículo de expresión hasta la creación del narrador en segunda persona, los ya iniciados juegos temporales (referencia a Faulkner) y, nuestro interés, el cambio en la forma de presentación de los diálogos en la narrativa.
Esta renovación inicia con la novela del cubano Guillermo Cabrera Infante en su obra capital Tres Tristes Tigres. Aunque no se abusa de este mecanismo de construcción dialógico, se puede atisbar de la intención del objetivo planeado. Sólo se pueden ver dos pasajes donde se presentan. El primero es en una conversación entre Laura, Livia y Arsenio Cué, quien dirige la escena como narrador:
Livia propuso Vamos a hacer sufrir a Arsen sonriendo y Laura llevada por el juego preguntó ¿A probar si es un caballero? Y Livia respondió A probar si es un hombre o solamente un caballero, pero Laura intercedió Por favor dijo, hizo una pausa dura Livia y me dijo Arse, please, sal al balcón y ni mires ni entres que no te llamemos.
(Cabrera Infante, 1967:153)
La utilidad de este modo de construcción constituye la naturaleza polidiatética discursiva de Cabrera Infante. El manejo de la técnica desarrolla desenvueltamente la imagen narrativa de un diálogo. Se utiliza la polidiátesis para acercar de mejor manera la fuerte figura de un diálogo fresco, como cuando se desarrolla una conversación natural:
Livia Esta guajira me tiene más cansada me dice en un susurro Cada día está más presumida y me da lecciones y todo sube el cuchicheo después de que yo la inventé. Enseguida bien alto ¿Cómo me encuentras, amor? Me pregunta. ¿Verdad que estoy como nunca? Me río: Sí, ama, pero en Alturas del Bosque vive Blancanieves, en concubinato con 7 enanitos. Me golpea, suave, en la cabeza con su abanico invisible Tú siempre igual me dice en broma. No, en serio estás bellísima. Están bellísimas. No sé por cuál decidirme. Abro la puerta Pero yo siempre dice Livia he sido tu verdadero amor y me voy. Sí digo desde el pasillo. El único, el último.
(Cabrera Infante, 1967:160)
Las voces, a primera vista, son dos: la de Livia y la de Arsenio Cué; sin embargo, Arsenio Cué asume dos roles dentro de su función narrativa, articula dos discursos diferentes. El primero es el de personaje, manifestado en la conversación con Livia. El segundo rol es el de narrador, que ayuda al lector a ubicarse en espacio definido, ayudándolo a recrear las circunstancias de la conversación con informaciones sin las cuales se rompería la naturalidad de un diálogo.
Otra utilización de esta técnica es la que maneja el mexicano Gustavo Sainz en su novela Obsesivos días circulares. EL modo en que se presenta la polodiátesis es más complejo que en el caso de Cabrera Infante. El manejo de los discursos se intrinca en la conjunción de las voces participantes dentro del nivel de narración:
Ah, y otra cosa, recuerda el gordo e intenta volverse pero no encuentra espacio suficiente, puf, te habla la directora ¿A mí? Sí, es urgente y cuándo pegaron éste NOTABLE DESCUBRIMIENTO GRACIAS AL CABELLO DE NAPOLEÓN Ah, que vayas rapidito, quickly, aprisa, pronto o como se diga.
(Sainz, 1967:1)
Nuevamente se aprecia el fenómeno de alternancia de roles. En este caso asumido por Donají, en primera instancia dirige la narración brindando descripciones del movimiento del gordo Sarro, para luego preguntarle ¿A mí? , asumiendo su papel de personaje.
La función de la polidiátesis usada en esta novela se conserva del caso de TTT de Cabrera Infante, la utilización de la técnica permite una naturalidad en el diálogo entablado por los personajes, dejando campo para que el narrador intervenga en cualquier momento para apoyar con informaciones de la escena.
La severidad y el abuso de la técnica polidiatética dentro de la novela de Sainz deja una sensación de confusión en una lectura ingenua; aunque una rica fuente para una lectura analítica.
Cuando José Donoso escribe El obsceno pájaro de la noche en 1970 lo hace con un ligero surrealismo en las escenas que construye, influencia presente en la producción del Boom Latinoamericano. Ese realismo que se funde en la ligera surrealidad se deja ver además en la construcción de sus discursos. Por ejemplo cuando la madre superiora pasea por el patio y es asaltada por una infinidad de ancianas que reclaman por derecho propiedades de la recién muerta Brígida:
(…) Madre, yo quiero el catre de bronce, a mí sus anteojos que a veces me prestaba porque yo no tengo anteojos y me gusta leer diarios aunque sean viejos, una frazada para mí porque paso tanto frío en las noches hasta en las noches de verano, yo era amiga, a mí quería más, yo era vecina por la derecha, yo por la izquierda, yo le cortaba las uñas hasta las uñas de los pies y además los callos porque cuando yo era joven trabajaba de manicura, a mí me quería mucho más que a la Amalia que le cobraba de más por lavarle la ropa, tenazas con dedos de madera me sujetan los brazos, bocas arrugadas exigen cosas que no sé qué son, yo soy viuda, la tijerita es mía, mire el pelo de Rafaelito[…]
(José Donoso, 1970:25)
La polidiátesis explota en una confluencia de diez voces guiadas por la voz de la Madre superiora que se ve confundida por el ataque a quema ropa del resto de personajes.